Por Esther Suárez Durán
Tomado de www.cubarte.cult.cu
En 1986 el Maestro Vicente Revuelta ensayaba En el parque,
del reconocido dramaturgo ruso Alexander Guelman, en una traducción de
la destacada teatróloga y crítica Magaly Muguercia. Para esta obra de
solo dos personajes (Ella: Vera, y Él), Vicente había seleccionado a la
actriz Alina Rodríguez, miembro del elenco de Teatro Estudio desde hacía
unos años, como contraparte del ya famoso actor Adolfo Llauradó y de él
mismo, ya que en los momentos iniciales había pensado que Adolfo y él
compartieran el personaje masculino de la obra.
El espectáculo cautivó al público desde su estreno y ganó uno de los
Premios de Puesta en Escena en el Festival de Teatro de Camagüey del
mismo año, mientras la actriz obtenía dos reconocimientos (Mención de
Actuación Femenina), otorgados por los jurados correspondientes de la
UNEAC y del propio Festival.
En el parque significó un parteaguas en la trayectoria de
Alina Rodríguez, llamó la atención sobre la actriz, nacida en 1951 en La
Habana, graduada primero como Maestra y, luego, en 1982, cuando ya
había decidido por la actuación, como Licenciada en Artes Escénicas por
el Instituto Superior de Arte. En ese mismo 1986 participa en el cine
en el filme Otra mujer (Dir. Daniel Díaz), al cual le siguen, en 1990, Alicia en el pueblo de Maravillas, del propio director, y María Antonia,
de Sergio Giral, donde Alina desarrolla con maestría el complejo
personaje protagónico (Premio de actuación femenina. Festival Latino de
New York, Estados Unidos, 1991) creado por Eugenio Hernández Espinosa,
hecho leyenda por la actriz Hilda Oates y la puesta del director
teatral Roberto Blanco en 1967. Interviene en Miss Océano (1993, Cuba-Italia) y en Blue Moon
(1995, Cuba-Venezuela. Dir. Fernando Timossi) y es reconocida por el
pueblo de la Isla por su personaje de Justa (Premio de actuación
femenina en televisión. Concurso de la Unión de Escritores y Artistas de
Cuba, 1997), entre un elenco de estrellas, en la telenovela Tierra Brava,
que puso en pantalla la excelente realizadora Xiomara Blanco. Justa le
dio la posibilidad, a una actriz como Alina, de recorrer todos los
registros, y ella la hizo entrañable e inolvidable y la colocó, a fuerza
de talento y entrega, al lado de los legendarios desempeños de
actrices como Gina Cabrera y Raquel Revuelta en sus momentos, añadiendo
aquí una particular dosis de empatía con los telespectadores, por esa
gracia natural y ese humanismo que caracterizaba a Alina.
La televisión volvería a colocarla todas las noches en los hogares a través de la puesta en pantalla de la telenovela El año que viene, que toma como punto de partida a ese clásico del Teatro Cubano que es Contigo pan y cebolla,
con guión y dirección de su propio autor, Héctor Quintero, quien había
seleccionado a Alina para realizar en esta época la Lala Fundora que tan
alto había colocado en las tablas desde 1964 esa actriz inmensa que es
Berta Martínez.
En el cine la actriz integraría los elencos de Lista de espera
(1999, Juan Carlos Tabío), que le mereciera el Premio a la mejor
actuación secundaria, en el Concurso de la Unión de Escritores y
Artistas de Cuba, en el 2000; Miradas (2001, Enrique Álvarez); El premio flaco (2009, Juan Carlos Cremata); Fábula (2011, Lester Hamlet); Chamaco (2011, Juan Carlos Cremata); Contigo pan y cebolla (2012, Juan C. Cremata), donde vuelve a desempeñarse magistralmente en su Lala Fundora, hasta llegar, en ese mismo año, a Conducta,
de Ernesto Daranas, con el recio personaje de la Maestra Carmela, que
tantas alegrías le trajo a partir de su estreno, no solo por los premios
alcanzados por el filme y por su actuación en él (Havana Star Prize a
la Mejor Película y a la Mejor Actuación, en el Havana Film Festival
New York; Gran Premio en el Festival Internacional SKIP City D-Cinema,
en Kawaguchi, Japón, entre otros), sino, y sobre todo, por lo que
significó su desempeño en este personaje para los maestros cubanos,
enaltecidos y dignificados por él, y por el cariño desbordante que los
niños le profesaban en cualquier sitio donde la descubriesen.
Tuvo Alina el mayor reconocimiento a su talento, a su compromiso con
su profesión cuando, como la actriz grande que era, cambió su nombre
por los de Justa, Lala, Carmela; un estadio de gloria que pocos
intérpretes alcanzan.
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