La
Casa de las Américas atesora la Colección Arte de Nuestra América
Haydée Santamaría, que reúne miles de obras de artes visuales de todos
los géneros, recibidas como donativo de parte de sus artistas. Parte de
esta colección la ocupa la gráfica, y es habitual que las paredes de
toda la institución sirvan de galería abierta que exhibe ese valioso
patrimonio. Desde mayo del año pasado, cuando fue inaugurada en vísperas
de la Temporada de Teatro Latinoamericano y Caribeño Mayo Teatral 2014,
y hasta mediados de este mes de mayo, una valiosa muestra de carteles
de teatro latinoamericano está al alcance del público, y merece un
comentario aún a tiempo.
Un ala del vestíbulo de la Casa recibe a los
visitantes con una serie de carteles con las imágenes de varios
festivales de teatro, como se sabe, importantes citas de encuentro y
confrontación, y pueden verse varios de entre los que se celebran en
este lado del mundo y algunos de vida efímera, pero significativa. Están
representados los de importantes plazas: la segunda edición del
Iberoamericano de Teatro de Bogotá en 1990, y su contraparte, en papel
amarillo modesto, pero con vigoroso contenido en su cartelera, el
Festival de Teatro Alternativo que organiza la Corporación Colombiana de
Teatro con su explosión de opciones, así como el Festival del Mercosur,
celebrado en Argentina. También pueden verse algunos históricos, como
el que recoge los ciclos de Teatro Abierto en Buenos Aires, en este caso
el de 1983, recién caída la dictadura militar, con un lema al pie que
da cuenta del contenido del evento cuando reza “Por un teatro popular
sin censura”, y el del Teatrazo 85, de ese año, con diseño de Roberto
Fontanarrosa, y un bajante no menos elocuente: “En defensa de la
democracia, por la liberación nacional y la unidad latinoamericana”. Y
el 1er. Festival de Teatro Popular Latinoamericano que se celebró en
Nueva York en el verano de 1976, organizado por el New York Shakespeare
Festival.
En una pared hay una secuencia de cinco ediciones
del Festival de Teatro de La Habana, fundado en 1980. Entre ellos, puede
verse el que recrea una obra de Mariano Rodríguez con una multitud de
figuras que evoca a los espectadores que acuden en busca de los mundos
que la escena crea para ellos, y otro de Roberto Fabelo que evoca la
condición de fingidor del actor de la que hablaba Pessoa, como un ser
mutante que en el cartel se representa por medio de una superposición de
máscaras que hace imposible distinguir el rostro real.
Los carteles teatrales también se detienen en la
obra de grupos emblemáticos, al construir series que hablan de sus
repertorios y despliegan, en las imágenes, metáforas de sus propios
lenguajes expresivos. Así, están los afiches del Teatro Experimental de
Cali, el grupo que fundara e impulsara un maestro como Enrique
Buenaventura, con muestras de las puestas en escena de A la diestra de Dios padre, Ópera bufa, y Pedro, el capitán, y yo, esta última basada en el texto de Mario Benedetti. Los del Teatro La Candelaria, con El Quijote y Golpe de suerte, dos puestas notables de Santiago García; El Galpón, de Uruguay, con otros dos montajes a partir de textos clásicos: Pluto, de Aristófanes y el Tartufo,
de Moliere, representativos de una de las líneas expresivas de esta
agrupación, que debió trabajar en el exilio mexicano durante la
dictadura militar que asoló su país; el Libre Teatro Libre, de
Argentina, con un cartel de conmemoración; el grupo peruano Yuyachkani
con Sin título y El último ensayo, dos puestas
experimentales de la época más reciente del colectivo; el Teatro
Malayerba, del Ecuador, con la tríada que componen una imagen de
presentación del grupo, junto a la puesta de Francisco Cariamanga —curiosamente, una puesta en vías de rescate y remontaje en estos tiempos—, y el espectáculo para niños Dido la pido la po, y el emblemático grupo chileno ICTUS con Residencia en las nubes.
Además hay una representación del trabajo del
Teatro Latinoamericano Sandino en Suecia, un grupo —el más antiguo de su
tipo, fundado en 1979 por el chileno Igor Cantillana— integrado por
exiliados políticos, con las imágenes promocionales de puestas del Tartufo, de Moliere, y del Romeo y Julieta que versionara Pablo Neruda.
Aparecen asimismo en el relato curatorial y
museográfico de esta muestra —a cargo de la Dirección de Artes Plásticas
de la Casa, con la colaboración de la Dirección de Teatro—, los cruces
entre obras de la dramaturgia de un país que atraviesan el mar o el
espacio continental para ser revividas en la escena desde otras
latitudes: así, La noche de los asesinos, del cubano Pepe Triana, es representada por el grupo nicaragüense Justo Rufino Garay en Managua; aparece Variaciones para muertos en percusión,
del chileno Jorge Díaz, en su estreno cubano, representada por la
Compañía Rita Montaner, en fecha tan lejana como abril de 1966, y
algunas más en esta cuerda.
La muestra también documenta diversas puestas en
escena de un mismo texto y confronta de ese modo diferentes miradas
gráficas en relación con sus aproximaciones desde la escena, por medio
de los carteles de los montajes de Medea sueña Corinto por la Compañía Hubert de Blanck y el Teatro del Puerto, o de El inspector,
de Gogol, por un grupo de Nicaragua y otro argentino. Y hay carteles
que dejan su testimonio gráfico de puestas de la escena clásica
universal por colectivos de nuestra región, como las obras de
Shakespeare Macbeth y El rey Lear, montadas por Berta Martínez con Teatro Estudio y Carlos Díaz con Teatro El Público, respectivamente, o Las tres hermanas, de Chejov, a través de la mirada contemporánea de Inda Ledesma desde el Teatro General San Martín.
Aparte de los ya mencionados, muchas imágenes dan
cuenta de la labor de importantes autores y directores latinoamericanos,
como el argentino Roberto Cossa, el cubano Abelardo Estorino, la
chilena Isadora Aguirre, los puertorriqueños Pablo Cabrera y René
Marqués, los mexicanos Emilio Carballido y David Olguín —con su cercano y
excelente El tío Vania—, la argentina María Escudero y los
brasileños Oduvaldo Vianha Filho y César Vieira. También aparece la
danza con una muestra del trabajo del ecuatoriano Wilson Pico;
representaciones de la escena indígena y de los latinos en los EE.UU., y
una joya de la gráfica feminista con el afiche de la obra Vacío
del costarricense Teatro Abya Yala, que tuvimos la oportunidad de
disfrutar en Mayo Teatral 2012 como cabaret melancólico, lleno de
referentes melódicos del imaginario musical latinoamericano.
Hay un ala de la segunda planta que está dedicada
al teatro para los niños y al teatro callejero, caracterizada por una
explosión de colorido y por formas caprichosas en las que abundan
figuras elevadas sobre zancos. Allí aparecen El circo de los pasos, del grupo matancero El Mirón Cubano, Un día en perfecta paz,
de Yuyachkani, la jornada de teatro de calle organizada por el
emblemático Teatro Taller de Colombia y una puesta del Frente Infantil
del Teatro Escambray.
Los créditos de los carteles se inician con los
nombres de los artistas gráficos que los crearon. Y no son solo Mariano,
Fabelo o Fontanarrosa las celebridades expuestas. Está también la obra
del argentino Miguelángel Gasparini en un afiche de El fulgor argentino, y la del colombiano Pedro Alcántara con su visión de El Quijote
pasado por la creación colectiva de La Candelaria, y una secuencia
cubana a cargo de un diseñador de frecuente acompañamiento a la labor de
los artistas de la escena de la Isla, Rolando de Oraá.
Si usted quiere recorrer una parte de la historia
del teatro latinoamericano de la segunda mitad del siglo XX y más acá, y
descubrir cómo las artes plásticas, con destacadas firmas, y la gráfica
se dan la mano con la escena, lléguese por la Casa de las Américas
antes del próximo 16 de mayo y transite por los espacios públicos, que
le transportarán en el tiempo con muy sugerentes imágenes.
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