Tomado de www.telam.com.ar
Camilo Parodi y Violeta Zorrilla dan vida a los personajes de "Ignacio
& María", una comedia melancólica que indaga con singular
sensibilidad en las dificultades de comunicación en una pareja
treintañera, que con dirección de Corina Fiorillo se ofrece en El Ópalo,
Junín 380, sábados y domingos a las 20.
Con un texto de la cubana Nara Mansur Cao como espinazo narrativo, lo
que se ve en el pequeño escenario de El Ópalo es antes que otra cosa una
ceremonia llena de juegos, aparentes improvisaciones, bastante música a
cargo de Parodi con su guitarra y Zorrilla convertida en una criatura
conquistadora y sensual.
Como preludio a la acción los actores permiten que el público ingrese a
la pequeña sala mientras ellos ejercen algunos diálogos sin palabras que
luego se completarán, con Zorrilla en una alegre y seductora danza y
Parodi en leves rasgueos de su guitarra, mientras se escucha al Buena
Vista Social Club e intérpretes semejantes.
La experiencia vale la pena porque la puesta juega con la verdad y la
simulación, que es al fin la esencia del teatro, pero desde ese inusual
comienzo hay una forma de "confianza" con el público, que así se
transforma en un testigo casi familiar.
El asunto se desarrolla en la Argentina de 2001 y la crisis que
atormentó a sus habitantes; la pieza no elude los temas políticos con su
permanente contacto con el afuera, pero describe con pericia la
inestabilidad de los sentimientos, toda una virtud de la autora cubana,
que vive en la Argentina aunque no está en cortocircuito con la
Revolución de su país.
Embarcada en un teatro emotivo como el que cultiva Eloísa Tarruella
-"Amorar, deconstrucción de un amor"- tiene también algún atisbo de las
"Historias para ser contadas", que Osvaldo Dragún delineó hace medio
siglo y desplegó en numerosos talleres por el continente, sobre todo en
Cuba, donde los diálogos se ven interrumpidos sin violencia por apartes
con el público.
A pocos metros de la platea, Parodi y Zorrilla son unos Ignacio y María
verosímiles en sus encuentros y sus broncas, absolutamente humanos y
vulnerables, sinceros y al mismo tiempo pícaros en sus estrategias para
el amor, una situación que requiere conocidas pugnas.
La directora Fiorillo, muy activa en estos días, con varias obras en
cartel, encuentra en el texto de Mansur Cao un vehículo ideal para que
el público se enamore de sus personajes por vía de la identificación o
la referencia.
Un dato que interesa es la oralidad que entre música romántica y muy
popular utilizan los actores, ya que Parodi nació en Corrientes y no ha
perdido su tonada, y aunque Zorrilla nació en Buenos Aires ambos eluden
ese naturalismo televisivo que ha invadido los escenarios con los
elencos jóvenes.
Sus diálogos son vivaces, con inclusiones del refranero popular, que
Fiorillo enaltece con un juego de miradas cómplices, de deseos latentes,
y con discusiones que entremezclan lo amoroso con lo ideológico, ya que
estos chicos no viven en un tubo de ensayo.
Lo que se logra en la escasa hora de duración es un espectáculo que
aspira a la magia de los sentimientos, con un lenguaje poético despojado
de cursilería y en el que la música funciona como un elemento natural,
generalmente con canciones conocidas que Parodi modifica sin deformar.
Obra de producción digna, se beneficia con las luces, el vestuario y la
escenografía mínima de la misma directora -con una escalera de tijera y
la jaula de un pájaro como elementos principales-, y es al mismo tiempo
una historia que con su final melancólico deja la sensación de algo que
debería continuar.
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