Por Fernando León Jacomino
Tomado de www.lajiribilla.cu
Con la fundación, en 1967, del Instituto Cubano del Libro y el establecimiento de las editoriales Letras Cubanas
y Arte y Literatura, el lector nacional tuvo acceso a una amplia oferta
literaria, extensiva a las artes escénicas. Veinte años después, con el
denominado período especial y su aguda crisis económica, llegó la
contracción poligráfica y editorial de finales del siglo XX, proceso
que, a su vez, sentó las bases para la descentralización y
especialización que le permitieron a la revista Tablas, fundada en 1982 y
dirigida sucesivamente por las investigadoras Rosa Ileana Boudet, Vivian Martínez Tabares
y Yana Elsa Brugal, extender su labor hacia la producción de libros.
Esta nueva proyección respondía a un viejo anhelo del sector y se
convirtió a su vez en objetivo central del equipo que ha tenido a su
cargo la llamada Tercera Época de la publicación, liderada desde el 2000
por el crítico e investigador Omar Valiño Cedré y devenida núcleo de
referencia para la enseñanza y el ejercicio profesional de la
Dramaturgia y la Teatrología entre nosotros.
Por sobre la continuidad, respetada siempre por Valiño y su tropa,
celebramos la efectividad de un proyecto que se impone hoy, glosando a
sus gestores, como “espacio clave para promocionar, gestionar, debatir y
pensar las artes escénicas de Cuba y el mundo, dotando a nuestro
movimiento de un vehículo capaz de constituirse en memoria crítica de su
quehacer y tradición e incrementando su presencia en el imaginario
social y cultural cubano”.
En correspondencia con semejante reto, llegamos a esta fiesta con la
puesta en circulación del número 105 de la revista y con la entrega del
título número 120, cifra que se distribuye en 10 colecciones y configura
un perfil que va desde la publicación de autores locales hasta la
crítica, la teoría y la investigación, sin olvidar la obra de clásicos y
contemporáneos de Latinoamérica y el mundo como Santiago García, Alfonso Sastre, Henry Ibsen, Konstantin Stanislavski, Thomas Bernhard, Fernando Arrabal, Heiner Müller, José Sanchis Sinisterra, Dario Fo y Eugenio Barba, entre otros.
No conforme con sus “puestas en papel”, este joven equipo creativo
ha potenciado la crítica, el ensayo, la dramaturgia y la fotografía y
ha sabido dignificar otras especialidades como el diseño, la producción
artística y la gestión, siempre en función del teatro y la danza;
generando así opciones de participación e intercambio que trascienden
con mucho el campo editorial y han favorecido a numerosos colectivos y
creadores cubanos.
La renovación generacional, que a veces resulta incompatible con la
estabilidad de los equipos creativos, es otro de los flancos que
encuentra aquí novedosas soluciones de continuidad. Jóvenes, algunos de
ellos recién graduados e incluso estudiantes, se articulan de muy
diversos modos con el núcleo coordinador, sin que ello implique una
reproducción automática ni el predominio de tendencia alguna y sin
renunciar a la calidad y el calado intelectual de lo que se publica. En
este sentido, el dramaturgo y narrador Abel González Melo
señalaba, como parte del coloquio convocado a propósito de la
celebración, el rol jugado por la institución en la formación de
editores especializados, perfil deficitario hasta hace pocos años y, por
lo general, reservado para egresados de la Escuela de Letras. Esto se
debe, en gran medida, a la demanda de especialistas que han generado el
crecimiento y la complejidad de los textos trabajados por la editorial y
a la consolidación de un sistema de trabajo conjunto con el Instituto Superior de Arte. Ambas circunstancias han ido convirtiendo a Tablas-Alarcos en unidad docente de la Universidad de las Artes
y en fuente creciente de empleo y formación posgraduada para buena
parte de sus mejores egresados, sobre todo en especialidades como
Dramaturgia y Teatrología. Ya quisiera el resto de nuestras
manifestaciones artísticas contar con una publicación que las pondere y
jerarquice al nivel y con la responsabilidad y el rigor característicos
de esta Casa Editorial.
De igual modo, esta renovación generacional ha terminado por
condicionar favorablemente el consumo de la publicación. Descontando el
reducido círculo de profesores, investigadores y críticos que
habitualmente leemos la revista, los lectores de teatro en Cuba van
intercambiándose de un número y de un título a otro, atentos a la
repercusión y los referentes del trabajo propio y de sus compañeros de
viaje, pero sobre todo motivados por la vocación inclusiva y la
diversidad de perspectivas que caracterizan tanto el catálogo como las
entregas periódicas, aun cuando la imprenta casi nunca garantiza la
oportuna puesta en circulación de cada nuevo número. Tal estado de
cosas, que podría leerse como una limitación del empeño en sí, es al
mismo tiempo acicate para su fortaleza, ya que por esta vía se garantiza
la rotación y el reciclaje permanente de los lectores, así como la
renovación constante de las líneas de contenido y las estrategias de
comunicación para con la realidad teatral cubana.
A todo esto se han sumado, en los últimos 4 años, la presencia on-line de los principales contenidos y la emergencia de boletines digitales como El Tándem y El Comején,
este último de muy reciente creación. A medio camino entre su
nomenclatura tradicional, alusiva al espacio concreto de un escenario, y
la vocación de una tercera etapa que celebra sus tres lustros de labor
bajo el lema de “un ingenio de producción teatral”; la revista y su
sello editorial desbordan con mucho sus oficinas del Complejo Cultural Raquel Revuelta,
y su potencialidad no ha sido aprovechada en absoluto a favor de
articular la programación y funcionalidad que se esperaba del céntrico y
renovado enclave.
Respaldada por el Consejo Nacional de Artes Escénicas,
pero con probada capacidad de autogestión, Tablas-Alarcos se ha
convertido en plataforma permanente de confrontación, y representa una
voluntad de inclusión hacia las principales zonas y acontecimientos de
la escena nacional, sin descuidar lo que se produce fuera de la
capital. Todo esto explica por qué la fiesta de sus 15 logró convocar a
numerosos especialistas y colaboradores para discutir sobre edición,
gestión y diseño, y nos permitió disfrutar de exposiciones, performances, presentaciones de libros, y de una acertada muestra teatral integrada por Mecánica, en versión Carlos Celdrán para Argos Teatro y del Café Teatro CCPC, dirigida por Pedro Franco para el matancero Teatro El Portazo.
Brindemos pues, deseando lucidez, salud y espacio para el
desenvolvimiento mayor de ese proyecto funcional y exitoso denominado Casa Editorial Tablas-Alarcos.
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