Por Andres D. Abreu
Tomado de www.lajiribilla.cu
Ellos besándose profunda y simétricamente, libidinosamente meneándose,
moviéndose, bailando tal vez, danzando los campases de una música
tanguera. Tuvo que venir el inglés Billy Cowie, músico, poeta y coreógrafo, a sublimarnos ese beso contextual, callejero y cotidiano del siglo XXI en su coreografía Tangos Cubanos, estrenada sobre la escena del Teatro Mella con la compañía Danza Contemporánea de Cuba;
poetizar con la frase precisa (dicha o danzada) esas maneras de seducir
al otro, extraño incluso, y recrearnos con gentileza hasta tomándonos
una cerveza clara, sin costumbrismos oportunistas ni falsos recatos.
Cowie reencontró un modelo dinámico preciso para que el cuerpo danzario
espectacular que no se desbordara y fuera fiel a cierta libertad
informalista y obedeciera a su vez a esa uniformidad instituida en que
se debate la identidad del cubano actual, mucho más global aún sin
salir a veces del más híspido entramado de la Isla.
Secuencia a secuencia entre un texto dulcemente rotundo, casi erótico en un pronunciar musical del castellano en off y
proyectado en inglés sobre el fondo negro del escenario, Cowie
coreografió una serie de combinaciones grupales muy geométricas donde la
reiteración exacta devino algoritmo de provocación al rigor. Menos
programático sobre todo en los duetos, el artista británico fue
refiriendo verosímiles experiencias vivenciales habaneras, duras y
nostálgicas, amorosas y soeces, bien salpicadas como gráfica impresa
sobre el vestuario y reforzada a plenitud en esos dibujos
expresionistas proyectados a todo ancho de escenografía. La danza fue
narrando tensa y dramática, más moderna que contemporánea como un tango,
concreta en cierto modo, contenida y hasta reprimida en instantes,
coral, sensual, mundana para hablar de hambres, y hasta enternecida
también, fruto de un romanticismo inglés evidentemente trastocado por
esas historias de amor que en La Habana de hoy están más que nunca marcadas para un final no feliz.
Tangos cubanos
es una respetabilísima creación intercultural, la evidencia de una
sensibilidad caballerosa a la hora de dar y tomar del otro. Una pieza
para recordar el buen hacer sintético y depurado y recordarnos el hondo
ser que portamos más allá de cualquier frontera social. Es este el
tercer tango de Billy (antes coreografió Tango de Soledad como un pieza en 3D y Tango Brasilero como una videodanza) y en la noche de su estreno en el Teatro Mella
no sé debió bailar ninguna otra cosa después que ella multiplicada
volviera la espalda sin mirar atrás mientras que los cinco él se
dispusieran a volar.
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