Por Norge Espinosa Mendosa
Ha resultado una oportunidad extraordinaria el que coincida
el estreno en La Habana de Rent, la primera
coproducción completa entre un equipo proveniente de Broadway y artistas
nuestros, con el anuncio de las nuevas relaciones diplomáticas entre Cuba y
Estados Unidos de América. La realidad imita al arte, decía Oscar Wilde, y a
veces esa idea suya parece encarnar ante nosotros. Lo que comenzara en el 2011,
con la presentación en el Festival de Teatro de La Habana del espectáculo
concierto Embajadores de Broadway, se ha dilatado hasta llegar
hoy a este espectáculo, que significa una nueva demanda hacia el teatro musical
en Cuba, sus espectadores, sus críticos y también su inmediato futuro.
Robert Neederlander, principal
ejecutivo de la Neederlander Worlwide Entertainment, confía en Cuba como una
plaza potencial para este tipo de proyectos conjuntos. Apostó por ello desde
aquel suceso que trajo hace tres años a La Habana, y sobre el cual escribí una
reseña titulada “Step by step”. Paso a paso, así ha ido creciendo esta
colaboración con el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, que ha sido un
trabajo progresivo, a la búsqueda de las mejores condiciones técnicas y
artísticas que demanda una entrega de alto vuelo, como debe ser el teatro
musical.
A la cabeza del equipo está
Andy Senior Jr., en quien se ha confiado para montar Rent en varias ciudades del mundo, y que fuera
parte del elenco de esta pieza, concebida por Jonathan Larson en 1996, y que
desde su estreno le ha dado la vuelta al planeta. Imaginada como un tributo a La Bohème, de Puccini, nos presenta una Navidad en
Nueva York a inicios de la década del 90, y sus protagonistas son jóvenes
bohemios que aspiran a triunfar en la Gran Manzana gracias a sus talentos. La
escasez de dinero y oportunidades, el Sida como un peligro acechante, las
relaciones de amor y las pérdidas, conforman la trama de este título que en
realidad es una celebración a la vida, y que ganó en su momento premios tan
importantes como el Tony, el Drama Desk Award y el Pulitzer. Ahora, Rent llega a Cuba, con su sonoridad rockera y
contemporánea, como resultado de un enorme empeño que aspira a ser un punto de
giro en el desarrollo del teatro musical en la Isla. Pero sobre eso volveré en
los párrafos finales.
El 2014, este año que concluye
con el estreno de Rent, cuya temporada se prolongará hasta fines de
marzo, ha sido un período de calidad inestable para la escena cubana. Si bien
hemos tenido espectáculos tan válidos como El tío Vania, estrenado por Carlos Celdrán con Argos
Teatro, y noticias constantes acerca de cómo Teatro de las Estaciones ha
celebrado sus dos décadas de intenso laboreo, lo que ha incluido el estreno de
dos excelentes puestas en escena a cargo de esta compañía, el resto de la
producción nacional no ha sido tan alentadora.
El bicentenario de la
Avellaneda nos movilizó hacia Camagüey, y puso ante el público espectáculos de
calidades diversas. Entre ellos, vale destacar El millonario y la maleta, a cargo de Teatro del
Viento, que en la ciudad natal de La Peregrina le hizo honores con dignidad. Y
quiero saludar el trabajo actoral de Gina Caro, quien pudo estrenar finalmente
el monólogo que Gerardo Fulleda León (merecedor del Premio Nacional de Teatro
junto a Nicolás Dorr) concibió como tributo a la célebre poetisa: La pasión desobediente. Este acontecimiento nos hizo
repensar cuán poco vemos en escena a nuestros clásicos, y qué poco preparados
estamos para traerlos a nuestra contemporaneidad más allá de estas fechas tan
formales.
El Festival de Teatro de
Camagüey tuvo a la Avellaneda como centro, y logros más, logros menos, dejó ver
una imagen bastante fiel de lo que hay ahora mismo en la escena nacional. Y
también, de lo que nos falta. Eventos importantes fueron, además, las nuevas
ediciones del Taller Internacional de Títeres de Matanzas y el Mayo Teatral de
Casa de las Américas.
En el primero, a veinte años
de su convocatoria inicial, se puede percibir la savia de lo recogido mediante
el aprendizaje con maestros y maneras de hacer que vienen desde muchos lugares
a plantearnos nuevas interrogantes. Amén de ello, se celebró por vez primera en
Cuba un Consejo Mundial de la UNIMA, paralelamente.
En el segundo, se acogió a
figuras y grupos que manifiestan preocupaciones comunes, sobre el devenir de la
especie en un contexto donde lo político, lo existencial y la sobrevivencia son
elementos primordiales. De su muestra internacional saludé a los mexicanos de El automóvil gris, y a los dominicanos a quienes
guía la coreógrafa cubana Marianela Boán, con Sed. No pude ver
otras zonas de su curaduría, lamentablemente. Ojalá la próxima edición renueve
el panorama con propuestas que sin necesidad de repetir a grupos de poéticas ya
muy conocidas entre nosotros, mantenga el interés por una cita que ya es
cardinal en nuestro contexto y que nos ha mantenido al tanto de lo más inquieto
y provocador de lo que algunos líderes activan en nuestro continente.
De lo visto en el año
recomiendo espectáculos como La muchachita del mar,
del proyecto cienfueguero Retablos. OGris, de Teatro Tuyo,
dirigido por Ernesto Parra en Las Tunas. Propuestas que intentan acercar al
niño a otras maneras de hacer, desde los títeres o el trabajo de clown, y que
aspiran a respuestas menos obvias por parte de la audiencia.
La generación de los novísimos
ganó controversias con el montaje de Aleja a tus hijos del alcohol,
sobre texto de Rogelio Orizondo y dirección de José Ramón Hernández, un trabajo
útil en tanto sirve para complementar la visión que sobre otro título del mismo
dramaturgo hiciera Carlos Díaz con Antigonón, un contingente épico,
que alcanzara sus cien funciones en este 2014. La estructura de collage, la irreverencia y el desparpajo, el
lenguaje soez, la fábula fragmentada, son recursos que ya empiezan a demandar
otros tratamientos. El espectador puede estar ya acostumbrándose a lo que en
primer momento quiso ser una bofetada en su rostro, y la repetición de lo mismo
no siempre invita a poner la otra mejilla. El interés, pese a ello, que estos
nuevos talentos tienen a su favor, no decae. Falta ahora ver adónde nos
llevarán con tales provocaciones.

Con El paseo irrepresentable de Buster Keaton, para
adultos, y con Cuento de amor en un barrio barroco, para niños, o
mejor, público familiar, Teatro de las Estaciones demostró que 20 años no son nada.
O mucho, pues en el caso de latrouppe dirigida
por Rubén Darío Salazar y acompañada siempre por el lujo creativo que aporta un
diseñador como Zenén Calero, este ha sido un tiempo de espectáculos memorables,
talleres, investigación profunda, exposiciones, libros, acciones múltiples en
pro del teatro de figuras nacional. Acompañar a esta agrupación por dos décadas
ha sido un aprendizaje constante, para sus integrantes y para su público, y una
demanda de respeto imprescindible hacia una expresión que en Matanzas ellos
defienden con la misma calidad y constancia con la que podrían hacerlo en
cualquier capital del mundo.
Un regalo insólito fueron las
dos funciones que, en agosto, nos ofreció The Globe Theater, la compañía
británica que va ahora mismo por el mundo presentando una producción de Hamlet para
celebrar el 450 aniversario del nacimiento de Shakespeare. El Teatro Mella se
colmó durante las representaciones que nos hicieron oír en su idioma original
los famosos parlamentos del atormentado príncipe.
Antes de que ello ocurriera,
en junio, se presentó a manera de workshop, en la
Avenida del Puerto, una puesta de teatro musical a partir de Carmen Jones dirigida por Christopher
Renshaw, que traía a ambiente cubano la conocida trama, que combinó a artistas
cubanos con un equipo que desde Broadway y Europa apostaba por un
acontecimiento, calentando de algún modo la atmósfera para que llegáramos al
suceso que comenté al inicio de estas líneas.
También regresó a la Isla una
compañía tan respetada como La Candelaria, de Colombia, con su espectáculoSoma Mnemosine, que revisa la órbita del propio
grupo a través de un tratamiento experimental de la dramaturgia y el uso del
espacio.
El Festival de Ballet,
dedicado sorprendentemente también a Shakespeare, trajo algunas presencias
internacionales de valía, repitió mucho de lo ya visto, abrió un breve espacio
de homenaje al gran maestro que fue Fernando Alonso, e incluyó una muestra de
sus talleres de creación en los que habrá que tener más fe. Enero nos permitirá
presenciar cómo la Escuela de esta expresión recibe el nombre de Fernando
Alonso, en un acto de justicia que confirma la propuesta que hiciera una de sus
más relevantes discípulas durante el Congreso de la Uneac.
Podría añadir otros montajes a
esta relación, pero al menos desde mi perspectiva de espectador, esos son los
más relevantes. Había valores atendibles en La panza del caimán,
de Teatro del Espacio Interior; Aventura en Pueblo Chiflado,
de Los Cuenteros; y en ¿De qué está hecha tu casa?, coreografiado por
Sandra Ramy para su proyecto Persona. Y creo que con Shango de Ima, sobre texto de Pepe Carril, Teatro de
las Olas llegó a la Segunda Bacanal del Títere para Adultos con un empeño que
les exige más y los enfrenta a nuevas demandas.
Pero también lamento la
descaracterización que siguen sufriendo algunas de nuestras salas, la
inestabilidad en los repertorios y carteleras de varios grupos de pasado
glorioso y actualidad penosa, la demora en la aparición de publicaciones
especializadas, amén del fallecimiento de figuras que, como Iván Tenorio,
dejaron una estela digna de investigación más profunda. Seguir rescatando la
frágil memoria del teatro cubano es una misión que se retarda. Espero no llegue
el día en que solo nos quede lamentar la pérdida de cosas ya irrecuperables.
El 2015 traerá al país otra
oleada de cambios. La escena de la Isla, la de sus escenarios y la de más allá
de ese límite, tendrá que cambiar también. Las regulaciones económicas, las
aperturas que se avecinan, no dejarán de influir en todo lo que vivimos, y el
teatro no puede estar de espaldas a ello.
A nombre del teatro cubano
siguen existiendo grupos que ya no producen obras de calidad, a ratos de ni
siquiera medianos logros, que perviven azarosamente, sin aportar estímulos que
justifiquen sus presencias. Los maestros van cediendo, por vía natural, su
terreno a otros herederos, conscientes o no del legado que deberían
redimensionar hacia otros niveles y discusiones. El ruido de luchas
generacionales, de intereses que no siempre son teatrales aunque utilicen al
escenario como territorio de visibilidad, la influencia forzada de tendencias y
nombres extranjeros, así como el dilema de la formación profesional de nuestros
artistas, son puntos a debatir en escalas aún más arduas.
Daremos inicio a ese año con
las Jornadas Villanueva, con la entrega del Premio Nacional de Teatro, y
algunos nos iremos a Matanzas a celebrar el 90 Estorinos, evento que por
desgracia no contará con la presencia de su inolvidable protagonista. Pero
quizás el 2015 ya empezó, con su carga de fe y supervivencias, con la exigencia
a la crítica a ser voz y parte de este lidiar permanente. Es lo que sospecho,
tras haber visto la primera representación de Rent.
La puesta cubana del famoso
musical dice mucho de lo que tenemos y de lo que nos falta. Habla del enorme
talento en potencia que tenemos, y del cual se extrajeron los 22 nombres que
integran el elenco, así de cómo ese mismo talento debe ser entrenado, educado,
para que pueda asumir el nivel riguroso que el espectáculo escénico exige hoy a
sus profesionales sin que decaigan las fuerzas o se note un desbalance entre el
canto, la actuación y el baile. Habla de las necesidades imperiosas de crear
estructuras de producción y administración que promuevan a verdaderos
especialistas en sonido, tecnología y aparataje teatral. De las nuevas fórmulas
de pago que habrá que implementar para contar con música en vivo en
producciones como estas. De otras maneras de promover y promocionar los
espectáculos a fin de que el público entienda y pague exactamente por el standard de lo que se le ofrece, ya que este es un
tipo de creación inevitablemente costosa.
Creo que Rent es un buen punto de partida para todo
ello. Y que sus creadores están conscientes de lo que debe venir como próximo
paso. Andy Senior volverá a Cuba para impartir un taller que servirá para
perfeccionar el trabajo actoral en esta especialidad, cuestión imperiosa para
dar más balance y equilibrio a lo que está ahora mismo en escena. La
producción, que repite la puesta de Broadway, necesita que sus actores y
actrices den un tono propio y genuino a sus personajes, sin desatender el canto
y otras demandas, en una obra que se extiende por casi tres horas y donde el
diálogo es mínimo. La calidad del sonido es ahora el talón de Aquiles de la
propuesta, y habrá que luchar con ello hasta que no tengamos en Cuba el
equipamiento que permitirá mejoras al respecto.
Los espectadores que acudan a la sala Tito Junco encontrarán
voces entrenadas como las de Laritza Pulido y Luis Alberto Aguirre,
provenientes de la escuela lírica, junto a otras que por vez primera se
enfrentan a un reto como este. O figuras que, como Yaité Ruiz, asume el papel
de Maureen (estrenado por Idina Menzel) aprovechando su garra actoral. Quiero
saludar y recomendar, en particular, el desempeño de Josep Rafael Puentes, como
Roger, personaje con el cual da un giro radical a su carrera y sobre el cual
descansa mucho del éxito por venir de esta temporada.
Para el Consejo Nacional de
las Artes Escénicas, para el equipo cubano-norteamericano implicado en este
espectáculo, la experiencia ha sido grande y agotadora. Quedan por delante los
tres meses de temporada, y es necesario que el público acoja a esta producción,
como ha sucedido con Rent en tantos lugares del mundo. Tendrá que
luchar con los obstáculos de todo lo incipiente (y otros, como una traducción
que creo arrebata al original mucho de su sentido del humor), y aferrarse a eso
que mencionaba más arriba: la fe y la supervivencia que son caras a cualquier
proyecto teatral. Son los mismos elementos que los protagonistas de Rent tienen como garantía para seguir adelante.
Las representaciones confirmarán quiénes darán lo mejor de sí, lograrán
superarse o no, y con quiénes podría conformarse una compañía cubana que
continúe esta senda.
Hay un elemento conmovedor en
todo lo que representa Rent, y es ese anhelo de vencer distancias,
carencias, retos, para entregar al público cubano algo que reconecta parte de
nuestra tradición (la casi perdida y fragmentada historia de nuestro teatro
musical, tan olvidada y desatendida como para que nuestra prensa afirme que
este es el primer título de Broadway que se presenta aquí tras casi medio
siglo), con la posibilidad de hacerlo mucho más nítido y mejor en el futuro.
Teatro musical hubo en Cuba
desde los bufos, la esencia melódica del Teatro Alhambra es innegable, el
Teatro Musical de La Habana y otros creadores nos dieron títulos criollos y
foráneos como Irma la Dulce, Tía Mame, Hello, Dolly!, My Fair Lady, Un día en el solar, Pedro Navajas, El apartamento, Las vacas gordas, Donde crezca el amor, Grease,El amor no es un sueño de verano, Cabaret, Chicago, etc. La
intermitencia del género, el desprecio del que ha sido objeto, la imposibilidad
de asumir con nuestras estrecheces una expresión que para ser efectiva hoy
requiere de cifras millonarias, ha desfigurado mucho de lo que el musical
debería ser entre nosotros.
Gracias a este contacto, ahora
podremos tener otros referentes, con actores y actrices cantando en vivo,
acompañados debidamente, y con la asesoría profesional que viene directamente
desde el sitio del mundo donde mejor se hace el género. Ojalá sepamos mantener
esta conversación que a la larga sería provechosa, y no solo para el devenir
del musical en Cuba. Por ello agradezco a Robert Neederlander y a su equipo de
técnicos y creadores, que apostaron por este país y están pensando ya en cosas
mayores. Creo sinceramente que todo el que se interese debe ir a ver Rent. Lo discutiremos y lo aplaudiremos. Marca una
señal que servirá de referencia para extraer lo más provechoso y dejar a un
lado atavismos o convenciones que no serían ya fructíferas.
Todo eso se avecina en el 2015. Hay que pensar ya en todo
ello, y en cómo replantearse el sistema total de nuestra cultura, porque el
país está de lleno en tal búsqueda, y nadie debería dejar de participar en ella.
Ninguna oportunidad debe ser desperdiciada, si en ello va algún síntoma de
vida. Como dice una de las más famosas líneas de Rent: “No day but today”. No hay más día que este. Y
con ese impulso es que debemos continuar. Hacia los teatros, y a tantas otras
cosas.